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Virgen de la Piedad: historia, iconografía, milagros…

La Virgen de la Piedad representa uno de los momentos más sobrecogedores de la Pasión: el instante en el que María sostiene entre sus brazos el cuerpo sin vida de su Hijo. Esta advocación, profundamente conmovedora, ha inspirado la fe, el arte y la devoción durante siglos. En ella, se encarna el dolor silencioso de una madre, la fortaleza serena y la esperanza que brota incluso del sufrimiento más profundo. Su imagen, siempre recogida y digna, invita al recogimiento, al consuelo y a la oración confiada. 

Desde Bordados Barber, como expertos en la creación de piezas con bordados religiosos como por ejemplo mantos bordados para virgen y palios bordados, te contamos la historia de esta figura y por qué es tan amada por fieles de todo el mundo.  

Historia de la Virgen de la Piedad ¿quién fue? 

Nuestra Señora de la Piedad hunde sus raíces en los siglos más antiguos del cristianismo, cuando los fieles comenzaron a meditar con especial fervor en los Dolores de María. El momento de la Piedad (la quinta de las siete espadas que traspasan su alma) se convirtió en símbolo de su total entrega y unidad con Cristo. 

Aunque no figura expresamente en los Evangelios el momento exacto en que María acoge el cuerpo de su Hijo tras el Descendimiento, la tradición cristiana lo ha recogido desde muy temprano, convirtiéndolo en una de las imágenes más poderosas del amor maternal. En la Edad Media, esta escena empezó a representarse artísticamente como un modo de acercar a los fieles al misterio del sufrimiento redentor. 

Fue en el siglo XIV cuando esta devoción tomó especial fuerza en Europa, sobre todo en Italia y en el entorno del arte franciscano. Desde entonces, la advocación se expandió por todo el mundo cristiano, especialmente en España, donde arraigó con especial fervor en las cofradías penitenciales. 

Nuestra Señora de la Piedad: iconografía 

Virgen de la Piedad es el nombre que, en el arte sacro, designa a aquellas representaciones en las que la Virgen María aparece sentada o arrodillada, con el cuerpo de Jesús muerto en su regazo. Es un tipo iconográfico muy extendido, y existen versiones de gran renombre, como la célebre Pietà de Miguel Ángel, en la Basílica de San Pedro del Vaticano. 

En España, son muchas las tallas de esta advocación que se veneran y procesionan cada Semana Santa. Algunas son de autor anónimo, fruto del arte popular, mientras que otras proceden de escuelas escultóricas relevantes. Por ejemplo, en Córdoba se venera en el barrio de las Palmeras, imagen de profunda unción y serenidad. En Granada, Jaén, Murcia o Sevilla también existen tallas muy queridas por sus fieles, cada una con sus rasgos, pero todas reflejando la misma esencia: la unión indisoluble entre Madre e Hijo, incluso en la muerte. 

Estas imágenes suelen tallarse en madera, policromadas con tonos suaves, y a menudo vestidas con ricos mantos. Los rostros, llenos de dulzura y llanto contenido, evocan el misterio de la entrega. El cuerpo de Cristo, exánime, reposa en su regazo como el mismo que un día acunó en Belén. 

Devoción por la Virgen de la Piedad 

Nuestra Señora de la Piedad es venerada con fervor en numerosos rincones de España. Entre las ciudades con mayor tradición destacan Córdoba, Cartagena, Granada, Jaén, Valladolid o Zaragoza. Allí, se celebran novenas, besamanos, triduos y procesiones en su honor. La devoción trasciende edades y condiciones: jóvenes costaleros, madres que rezan por sus hijos, personas mayores que depositan en Ella sus sufrimientos… Todos se sienten acogidos bajo su manto. 

Milagros atribuidos a la Virgen de la Piedad 

A lo largo de los siglos, la Virgen de la Piedad ha sido testigo de incontables testimonios de fe. Muchos fieles han atribuido a su intercesión curaciones inexplicables, consuelos en medio del dolor o soluciones inesperadas a graves dificultades. 

En la tradición oral se cuentan historias como la de una familia andaluza que, tras la pérdida de un hijo, encontró consuelo y fuerza en Ella, y decidió vestirla cada año en señal de gratitud. O el caso de un joven músico que, tras un accidente que comprometía su carrera, se recuperó sorprendentemente después de rezar a la Virgen de la Piedad de su cofradía. 

También hay leyendas populares que la describen protegiendo pueblos durante epidemias, ayudando a niños enfermos o reconduciendo a personas alejadas de la fe. Más allá de los hechos concretos, lo cierto es que para muchos devotos su sola presencia ya es, en sí misma, un milagro. 

Festividad de Nuestra Señora de la Piedad 

La fiesta litúrgica de Nuestra Señora de la Piedad se celebra el 15 de septiembre, coincidiendo con la conmemoración de los Dolores de la Virgen. En este día, muchas hermandades organizan misas solemnes, procesiones, ofrendas florales y actos en su honor. 

En lugares como Córdoba, Cartagena o Valladolid, esta festividad adquiere un sentido muy especial, convirtiéndose en un momento de reencuentro, oración y comunidad. En algunos municipios pequeños, las celebraciones incluyen rosarios de la aurora, exaltaciones poéticas o conciertos sacros. En todos los casos, es un día para mirar a María con ternura, recordando su ejemplo de fe y de amor incondicional. 

Oración a la Virgen de la Piedad 

Con maternal amor, y entre gemidos, acoges a tu Hijo entre los brazos, y lo abrazas, con ternura, en tu regazo e imploras Piedad entre suspiros. 

Sutiles lágrimas brotan de tus ojos, realzando, aún más, tu hermosura, haciendo más palpable tu dulzura cuando miran al Cielo, temblorosos. 

Virgen María, pedimos, de corazón, que vuelvas tus ojos piadosos a quienes te imploran, gozosos, recibas, Madre, nuestra oración. 

Para llevar esta vida con dignidad concédenos la gracia necesaria, rogamos escuches nuestra plegaria, Madre, Señora de la Piedad. 

Amén.  

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